Cuando con 16 años me propusieron en el colegio hacer un intercambio con alumnos de un instituto de Chicago y así viajar por primera vez al extranjero sin mis padres (y a América), con mis amig@s del instituto de toda la vida, perdiendo más de dos semanas de clase (sin tener que estudiar ni preocuparme por el dinero, los horarios, etc.), haciendo toda clase de actividades culturales (y no tan culturales), viviendo con una familia americana en su casa y en definitiva, el modo de vida americano, y en una ciudad tan impresionante como Chicago; no me lo pensé ni un segundo.
El intercambio, organizado por mi colegio desde España, consistía en que durante casi tres semanas un grupo de alumnos con un nivel de inglés decentillo (entre los que yo me encontraba) viajaríamos a Chicago para vivir en la casa de una familia americana, en la que habría una chica o un chico de nuestra edad. Nosotros no elegíamos quien, sino que rellenábamos unos formularios con nuestros gustos, aficiones, etc. y la encargada del intercambio en Chicago nos asignaba un alumno/a lo más parecido a nosotros posible. Después, durante el verano previo a acudir allí (marchamos a principios de septiembre) nos mandábamos cartas, mensajes, etc. con quien nos habían asignado y después ya en Chicago, conocíamos a la familia. En mi caso me tocó una chica un poco mayor que yo, que vivía con sus padres, su hermano menor y un perro llamado Frank. Todos eran encantadores. Nos llevamos muy bien y no tuve nunca ningún problema con ellos aunque desgraciadamente ya perdimos el contacto (lo mantuvimos durante dos años o así pero la distancia pesa mucho)
Tras estar en Chicago unas dos semanas y media, volvíamos a España y al de tres meses más o menos, los alumnos americanos vendrían a nuestras casas con nuestras familias a vivir una experiencia similar a la que nosotros vivimos allí. Acordamos que en Chicago hablaríamos en inglés y en España en castellano de modo que americanos y españoles sacaríamos provecho de nuestra experiencia intercultural.
Si fue emocionante conocer todos los detalles del viaje, no os podéis ni imaginar lo que disfruté estando en Chicago. El día que cogíamos el avión (nuestro profesor de inglés había comprado los billetes anticipadamente por unos mil euros cada alumno) madrugamos un montón y la noche anterior no pude ni dormir. El viaje en avión, que duraba unas nueve horas, nos lo pasamos todos hablando y riendo sin parar. No dormimos ni cinco minutos (tampoco a la vuelta, aunque estábamos exhaustos)
Al llegar a Chicago estaba tan nerviosa que hasta la profesora que nos acompañaba me tuvo que decir que me tranquilizara. Luego, cuando vi que la familia que me había tocado era muy simpática y amable, me tranquilicé. Mucho más cuando descubrí que dicha familia era amiga y vivía a pocas calles de la familia que le había tocado a mi mejor amiga del colegio (que también estaba encantada de hacer el intercambio en Chicago) Así, la suerte hizo que el intercambio fuera con dos chicas que también eran amigas entre ellas. La familia de “mi americana” se esforzó mucho en que yo lo pasara bien, aunque eso sí, cocinaban bastante regular… pero bueno, como la mayoría de los días cenábamos en restaurantes o en las casas de otras familias no me importó en exceso. Estuvimos allí poco menos de tres semanas y lo pasamos genial, porque hicimos de todo: visitar monumentos, edificios, museos, etc., ir de compras, a la playa, a muchas fiestas… Los dos primeros días también fuimos al instituto en Chicago (para ver cómo eran las clases y eso) Tanto las familias como el instituto se encontraban en Evanston, un barrio residencial a las afueras de Chicago.
Evanston está formado sobre todo por pequeñas casas cada una con su parcela de jardincillo (incluso con ardillas correteando por ahí) ¡Es exactamente igual que en las películas americanas que vemos en el cine o en la tele! El instituto de Evanston es enorme y está repleto de gente. Las asignaturas que ofrece son mucho más variadas que las que se ofrecen en España puesto que en España hay demasiada rigidez respecto a las asignaturas que se deben hacer en el instituto y no se distingue en absoluto entre la gente que va a ir a la FP y a la universidad. Allí, en cambio, la enseñanza está mucho mejor distribuida entre unos y otros de modo que, por ejemplo, hay un taller con coches reales dirigido a los que quieren estudiar mecánica (¡increíble!), un curso avanzado de cocina, un edificio de astronomía en el que observar las estrellas con telescopios… Aunque claro, no es oro todo lo que reluce… Según nos contó la que guía que teníamos (Mary Anne), como si fuera un secreto, la tasa de embarazos (sobre todo entre alumnas negras) es muy elevada e incluso hay una guardería dentro del instituto para el disfrute de los hijos de estas alumnas. No obstante, es un tema tabú.
En resumen, puedo decir que el intercambio en Chicago fue una experiencia maravillosa y de hecho, le recomiendo a todos los que tengan la oportunidad de realizar un intercambio con una familia de otro país que lo hagan sin dudar, porque aparte de todo lo que se aprende, es una forma de viajar más barata porque te ahorras el alojamiento. Yo, además, mejoré mucho mi inglés (el hablado, especialmente) porque al estar allí casi tres semanas todo el día hablando inglés (no sólo con “tu americano” sino en todas las situaciones de la vida diaria), se mejora mucho a la fuerza. Cuando los americanos vinieron a España también lo pasamos todos genial, aunque de inglés, poco, porque ya os comenté que en España acordamos que hablaríamos en castellano para que ellos pudieran mejorar también su español. Estuvieron con nosotros dos semanas y luego media semana (ellos solos) visitando Madrid (porque no querían irse de España sin visitar la capital) Nos entristeció mucho cuando se marcharon (hicimos bastantes lazos durante el tiempo que estuvimos juntos) pero los intercambios son así…
Por último decir que Chicago es una ciudad espectacular… Me gustó menos que Nueva York (por la que tengo especial debilidad), pero aun así he de decir que Chicago es una ciudad preciosa y muy viva. En el próximo post, os contaré que hicimos exactamente (ya adelanto que de todo) y por qué este viaje acabó convirtiéndose en inolvidable. Una vez más, lo recomendaría sin lugar a dudas.
Y bueno, lo voy a dejar ya aquí, porque me estoy poniendo nostálgica…
¡Hasta la próxima!
PD. Como ya os he comentado durante este post, en la siguiente entrada contaré todo lo que hicimos un poco más al detalle, tanto en Chicago ciudad como en Evanston.