RECOMENDACIÓN 4: PINTURA EN MONTMARTRE

Antes de explicaros la recomendación de hoy, he de confesaros algo que nunca cuento a nadie, pero que está ahí y que no quiero ocultar más: colecciono recuerdos.

Pero no recuerdos de emociones y sensaciones y eso… Bueno, sí, como todo el mundo, en la cabeza… Me refería a que colecciono recuerdos de souvenirs, figuritas, «chuminadas» como diría mi madre, de todos los sitios a los que voy, ya sean de países extranjeros o de dentro de España. Adjunto documentos gráficos (IMG_20131025_141855balda2IMG_20131025_142606 y IMG_20131025_142816) junto con mi confesión para que quede constancia. He intentado parar, pero es que no puedo… Es llegar a un lugar nuevo y ver las míticas torres, palacios, castillos, etc. en miniatura y ya me entran unas ganas irrefrenables de comprar de todo.

Mi adicción tiene su parte buena y su parte mala. La mala es que siempre tengo que reservar una parte de mi presupuesto en viajes para «chuminadas». La buena, que luego tengo algún recuerdo de todos y cada uno de los sitios en los que he estado. Ah! Y que ahora tengo las baldas que os he enseñado en las fotos llenas de cosas (no sabía qué poner ahí)

Pues bien, volviendo al post de hoy (que me disperso enseguida), he de confesar asimismo que hay veces que esos souvenirs cutres que me compro no lo son tanto (cutres, quiero decir) Y ahí es cuando entra en juego mi recomendación de hoy: comprar una pintura o un cuadrito en Montmartre (París)

Esta recomendación tiene su historia, que procedo a contaros:

Como sabéis, Montmartre es el barrio de los artistas de París por excelencia, y por eso, aún hoy, en cada esquina hay algún pintor bohemio (o que al menos, lo parece) que exhibe sus cuadros para venderlos a pseudo-entendidos en arte, turistillas que buscan un recuerdo original que llevarse a casa de su viaje a París, o en definitiva a cualquiera que pase por allí. Pues bien, andábamos mi family y yo en nuestro segundo viaje a París (aquel en el que descubrí definitivamente mi amor eterno por la Cité de l’Amour, valga la redundancia) y era nuestro último día. Yo, caminaba extasiada entre aquellas pinturas, imaginando que me compraba todas ellas. Mi madre, que se dio cuenta de todo (como siempre), se ofreció a comprarme una. Eso sí, de las que marcaban de 6 a 8 euros (o esos pensábamos nosotros) Me resigné y me dije que aquella era lo máximo a lo que podía aspirar nuestra economía. La sorpresa vino cuando a la hora de pagar, el señor pintor (no me atrevería a llamarle bohemio por lo que viene a continuación) nos pidió 60 euros por la pintura (¡y no 6!) Por la vergüenza de tener que explicarle al pintor nuestro error (¡qué tontas, por Dios! Jajajaja) y porque el cuadrito era ciertamente bonito (foto va:pintura), al final nos lo quedamos.

Y desde entonces, es de las últimas cosas que miro al irme a la cama todas las noches (lo tengo en mi habitación) para dormirme de buen rollo… Y por eso, que los 60 euros invertidos por primera vez en un souvenir no-cutre los he amortizado de largo, que os recomiendo en esta cuarta entrada de la nueva sección: comprar una pequeña pintura o cuadrito en Montmartre (París, ¡por supuesto!) Eso sí, fijaros bien el precio… Jajajaja

¡Hasta la próxima!

PD. La próxima semana os daré otra recomendación, pero aún no he decidido sobre qué ni sobre dónde (para no perder las buenas costumbres) ¡Ya lo sabréis!

Acerca de AGRO

Me gusta aprender. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que viajando?
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