Pero además, el peso de la historia es brutal en este lugar. Como bien explica la guía en un tour la mar de entretenido (en el que te enseñan mazmorras con instrumentos de tortura, armas antiguas, muñecos/estatuas a escala real de personas con los uniformes o las ropas de la época, suelos inclinados originales… e incluso ¡se pasa por una trinchera de guerra!), la ciudadela de Dinant ha sido testigo de batallas, asedios, saqueos… Por lo que la visita es obligada, así como coger el teleférico (que me gusta a mí un funicular/teleférico, jeje) que te lleva directo a la ciudadela y que así te evita los casi 500 escalones que hay para subir. Total, la entrada a la ciudadela te incluye en el precio el funi de ida y vuelta y el tour por la fortaleza.
También se pueden coger tickets combinados más baratos para subir a la fortaleza y dar una paseo en barco. Nosotros no hicimos lo del barco por falta de tiempo y por ahorrar algo de chines, pero tiene que ser precioso también.
-Dulces: Otra de las cosas que caracteriza a Dinant son sus deliciosas y famosas galletas Couques, que llaman la atención por parecer adornos de madera tallados, pero ¡ojo! son de comer. Los realizan en las tiendas tradicionales de la ciudad, como la Pastelería Jacobs, que desde 1860 elabora este producto. Las Couques tienen todo tipos de formas y tamaños, desde pececitos y animales varios a verdaderos mapas de la ciudad. Si te compras una, seguro que te da pena comértela 😉
-Abadía de Leffe: Finalmente, Dinant forma parte de la Ruta de la Cerveza belga y a unos cinco minutos de su centro urbano, encontramos la Abadía de Nuestra Señora de Leffe, donde nació la famosa cerveza. Para visitarla se debe concertar cita previa. Nosotros no estuvimos, pero yo se de uno que sé quedó con las ganas ;P
Y hasta aquí la segunda y última parte de mis recomendaciones para Dinant, espero que la hayáis disfrutado 🙂 En los siguientes posts ya entraré de lleno en mi viaje a Ginebra (Suiza). También tengo muuuuchas cosas que contaros, ¡no os lo perdáis!
¡Hasta la próxima!