DÍA 6: Salimos hacia Auschwitz para hacer una visita guiada del antiguo campo de concentración, recuerdo del terror nazi durante la II Guerra Mundial, donde murieron 3 millones de personas y que hoy en día es Patrimonio de la Humanidad. Antes de entrar en el campo, comemos en el restaurante que hay enfrente. Sorprendentemente la comida no está nada mal. No obstante, comemos más callados de lo normal, seguramente conscientes de lo que tenemos enfrente. Tras la comida, y un poco de tiempo libre para comprar libros especializados en las librerías de la entrada (os recomiendo infinitamente leer “He sobrevivido para contarlo” de Tadeusz Sobolewicz), cuando entramos en el recinto del primer campo- visitaremos Auschwitz I y Auschwitz II-Birkenau- una no puede evitar sentir un pellizquito en el estómago, como un aviso de que lo que viene no será fácil, pero que será enriquecedor, y casi podría decirse que un antes y un después en la propia existencia. No entraré en detalles sobre el recorrido porque es algo que hay que vivir uno mismo, pero señalar que el primer campo es como un museo de lo allí sucedido, con objetos originales, fotos reales, testimonios, etc. Y de allí una sale tocada. De hecho, hay gente que tiene que salirse a mitad de visita porque no soporta todo lo que allí se expone. El segundo campo, en cambio, está conservado como estaba entonces, no en modo museo, sino como pura realidad; y una queda impactada e horrorizada por la inmensidad del mismo. Es como un mar de barracones que se pierde en el horizonte. Pero, en serio, es impresionante. Una mira para el lado y no ve el final del campo: se extiende, se extiende, se extiende… ¿Cuántas personas cabrían en ese horror sin fin? Un hombre del grupo me comenta cuando me ve, reflexiva, observando el campo de lado a lado: “Esto es increíble… De verdad que si uno no está aquí y lo ve con sus propios ojos, casi que no se lo cree”. Lo cierto es que yo había leído bastante-mucho sobre el tema durante años, pero en verdad no era consciente de la magnitud del horror hasta que vi este enorme y horrible campo. Y pensar que hubo, hay y habrá un montón de campos como éste… Creo que toda persona debiera visitar este lugar al menos una vez en la vida. Es una lección de vida, sin duda . Salida hacia Cracovia. Cuando llegamos a Cracovia, estamos bastante cansados y hasta abatidos, pero la belleza increíble de esta ciudad nos devuelve la alegría e, incluso, la energía. Decidimos cenar en un restaurante de comida típica polaca pero actualizada, que resulta ser una agradable sorpresa que me devuelve la fe en los sabores polacos… ¡Benditos pierogis! Jajajaja. El restaurante, del que dejé una reseña en Tripadvisor, es el Starka. Antes de cenar, damos una vuelta por el Barrio Judío, que se me antoja fascinante e interesante. Hoy en día, es zona de reunión de jóvenes y centro de la cultura en la ciudad. Después de la cena, damos un paseíto por el centro histórico y Cracovia ya me acaba de enamorar. La plaza central: enorme, iluminada, rodeada de calesas… es un espectáculo maravilloso. Por cierto, por el camino pruebo un dulce típico de Cracovia tipo bomba rellena riquísima… Las venden con diferentes rellenos y ¡mmmm! ;P
DÍA 7: Visita panorámica de Cracovia, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Vemos, entre otros, la Plaza del Mercado, La Torre del Ayuntamiento, la Ciudad Vieja, etc. También visitamos la fortaleza de Wawel. Aunque es un paseo de más de tres horas por toda Cracovia, casi que se hace corto, por lo bonito de todo lo que vemos y por lo interesante de las explicaciones. En Cracovia hay, por supuesto, lugares relevantes para nuestra Historia más reciente, como el Barrio Judío; lugares de película (por ejemplo: localizaciones de “La lista de Schindler”); sitios para la veneración religiosa (por ejemplo: ventana por donde se asomaba Juan Pablo II), lugares de leyendas (la leyenda del dragón de Wawel), etc. Cracovia tiene belleza para todas las miradas y para todos los gustos . Tras el almuerzo, contundente, nos dejan unas horas libres, que mis padres y yo aprovechamos para hacer un paseíto en calesa super agradable (no olvidéis regatear el precio ;P) y para comprar un montóooon de souvenirs para mis amigos. A media tarde, nos dirigimos a la visita de las minas de sal de Wieliczka. Es una excursión que un amigo me ha recomendado encarecidamente y que, al parecer, está ahora muy de moda. Al principio no me entusiasma especialmente, pese a la simpatiquísima guía, pero cuando llegamos a las enormes salas dentro de las propias minas y hechas en su totalidad de sal, comienzo a alucinar… Tienen hasta un cuadro de “La última cena” hecho de sal
. ¡Impresionante! Tras las minas de sal, nos dirigimos exhaustos al hotel, un poco tristones porque mañana nos volvemos ya a España.
DÍA 8: Bien tempranito nos dirigimos a Katowice para coger el vuelo de vuelta a Madrid, ha sido un viaje muy completo y exhaustivo, y aunque estamos muertos, nos da penita dejar este país tan interesante y bello. No obstante, como diría Terminator, ¡volveré! ;D
Y hasta aquí mis impresiones sobre el viaje que realicé a principios de este julio a Polonia. Espero que os hayan gustado y entretenido 🙂 En el siguiente post ya os hablaré de alguna otra cuestión que aún no he decidido qué será. De momento…
¡Hasta la próxima!
Impresionante relato pero lo de Auschwitz ha de ser sobrecogedor e impresionante. saludos.
Totalmente. Un saludo!